Te comportas en función de cómo son tus receptores sensoriales.
Los receptores sensoriales son esenciales para nuestra experiencia diaria, permitiéndonos percibir el mundo que nos rodea, así como hacer partícipe a otras personas de nuestros pensamientos. Entre ellos, los ojos, la nariz y la boca desempeñan papeles fundamentales al interactuar con nuestro entorno.
Los receptores sensoriales recogen información instantánea. Esto nos permite tener reacciones ultrarrápidas y así poder responder rápidamente y, en algunos casos, conservar la vida. Esas mismas células y neuronas que componen los receptores sensoriales, encargados de recoger, procesar información y actuar sobre nuestro sistema motor, además, nos indican características de nuestro comportamiento más instantáneo.
La forma, tamaño y ubicación de nuestros ojos, de nuestra nariz y de nuestra boca, nos aporta información casi exacta de cómo son nuestras demandas y curiosidades a corto plazo, nos indica cómo reaccionamos ante cualquier estímulo a nivel cognitivo, emocional o materialista respectivamente, además de su conexión con el sistema de activación reticular ascendente (ARAS), el cual se activa para mantenimiento del estado de alerta, añade una capa fascinante a la forma en que interpretamos la información y respondemos a ella.
Comencemos con los ojos, nuestros principales órganos visuales, muy relacionados con nuestra sustancia gris o también llamada capa cognitiva. Estos receptores sensoriales capturan la luz y la convierten en señales eléctricas que el cerebro interpreta como imágenes, a través de las cuales enseñamos la información a nuestra parte más cognitiva-racional, sobre todo. La información visual también desempeña un papel crucial en la activación del ARAS, un sistema neural que regula el nivel de alerta y conciencia del cerebro. Una imagen vívida o un estímulo visual novedoso pueden activar el ARAS, preparando al organismo para una respuesta más atenta y enfocada.
La nariz, por su parte, es un poderoso receptor olfativo conectado directamente a nuestro sistema límbico, también llamado emocional. Los receptores sensoriales en la cavidad nasal pueden detectar una amplia gama de olores, desde los agradables hasta los desagradables, y su morfología es clave para conocer cómo es la entrada de información emocional. La conexión entre el sentido del olfato y el ARAS es muy notable. Los olores familiares pueden evocar recuerdos y emociones, mientras que los olores intensos o inusuales pueden despertar el sistema nervioso, afectando el estado de alerta y la atención.
La boca, con sus receptores gustativos y táctiles, es esencial para nuestra interacción con los alimentos y líquidos, muy relacionada a través del nervio craneal 10, con nuestras funciones de supervivencia y necesidades más básicas. La sensación táctil de los alimentos, junto con los sabores detectados por los receptores gustativos, desencadena respuestas en el sistema nervioso. El ARAS está especialmente vinculado a la boca; se manifiesta en cómo manifestamos nuestro nivel de alerta.
La conexión entre los receptores sensoriales y el ARAS no solo afecta nuestras respuestas motoras momentáneas, sino que también influye en nuestro comportamiento a largo plazo.
¿Sabías que las personas con el sistema de activación reticular ascendente más activado son las más tímidas y calladas, y lo podemos ver en sus ojos, normalmente ubicados en el rostro de manera protegida, hacia dentro.
El conocer la forma, tamaño y posición de los receptores sensoriales nos indica cómo se comportan las personas. ¿Quieres más?: En función de cómo son los receptores, la información se recoge y procesa de manera distinta en cada persona.