¿Qué hace que pierdas los papeles en determinados momentos de tu vida?
Todos hemos tenido un vecino, pareja, familiar o compañero de trabajo que, en un momento determinado, ha perdido el camino, se ha torcido como un árbol tras varios días de vendaval.
Posiblemente, también te ha pasado a ti, o puede que te esté pasando ahora.
Sí, quizá en estos momentos o en otra etapa de nuestra vida, todos hemos hecho cosas de las que no nos sentimos nada orgullosos.
Recuerdo que en una de mis conversaciones más o menos habituales con la Policía, un agente me decía: «Cualquier persona, en un momento determinado y con la suficiente presión, puede llegar a hacer cualquier cosa». El policía verbalizaba esta reflexión tras años de experiencia policial y muchas vivencias, algunas de ellas, al límite.
«Cualquier cosa» de la que luego siempre te arrepientes.
Hablamos de situaciones de intolerancia, odio, faltas de respeto o incluso desprecio que, en ocasiones, pueden desembocar en otras circunstancias quizá más peligrosas todavía, que envuelven la violencia física o el abuso del alcohol, las drogas o el sexo.
Muchas veces, las personas llegamos a estas situaciones por miedo o por alguna circunstancia externa.
Pero volvemos a la pregunta importante: ¿»cualquier persona» puede llegar a hacer «cualquier cosa»?
La respuesta es no.
Factores que influyen en este tipo de comportamiento
Muchos de nosotros, en un momento determinado, podríamos gritar abruptamente a alguien, o abusar del alcohol o las drogas, por ejemplo.
Sin embargo, hay dos factores determinantes para que ese árbol quede torcido para siempre o, por el contrario, pueda recuperarse relativamente pronto y no caer en la desgracia:
1. Haber nacido con un cerebro determinado, con demanda o no de ciertos estímulos
O lo que es lo mismo: de origen, nuestro cerebro puede ser más controlado o más impulsivo. Podemos sentir una atracción extrema por el sexo o gran dependencia emocional o, por el contrario, nacer con un cerebro más racional.
Estas y otras características de nuestro cerebro, sin lugar a dudas, condicionan nuestro futuro.
Es como en una partida de cartas: podemos llevar una buena mano de cartas o todo lo contrario, y esta circunstancia tiene un gran peso en el desarrollo de la partida.
Sin embargo, hay veces en las que un buen jugador con malas cartas puede ir de farol y ganar la partida.
Por ello, de entrada y a nivel general, no podemos decir que un cerebro más emocional o instintivo sea peor o mejor que otro con tendencia más racional. Pero sí podemos apuntar que estará más disponible a apetitos sexuales, materiales o de drogas.
2. Que nuestro entorno propicie estímulos positivos o negativos
Imagina a una persona muy emocional y tímida que además es hipersensible, y tiene componentes de agresividad y falta de control en su cerebro.
Si a todo esto le añadimos estímulos extraordinariamente negativos, como que fue violada repetidas veces en su niñez, humillada y despreciada en su juventud, que nunca ha encontrado su papel en la vida y que nadie le ha dejado que exprese su dolor, estos estímulos negativos serán la gota que haga rebosar ese vaso de origen Instintivo-Emocional-Impulsivo-Negativo.
A pesar de que, afortunadamente, el cerebro tiene cierta plasticidad, genéticamente nacemos ya con un cerebro determinado y con ciertas características innatas. Si unimos el cómo nacemos a cómo son los estímulos que recibimos, tendremos un resultado satisfactorio o insatisfactorio.
Es igual que, por ejemplo, nuestra genética esquelética o muscular: para jugar al baloncesto o correr los cien metros, no sería lo mismo medir un metro noventa y ser genéticamente musculado, que medir un metro cuarenta, con poca masa muscular y con obesidad.
Aunque podamos trabajar nuestro cuerpo y mejorar un diez mil por cien, en general, será difícil que podamos competir en cien metros con alguien genéticamente propicio y entrenado.
La conclusión es que ya nacemos con ciertas predisposiciones, y lo mismo sucede con nuestro cerebro.
Sin embargo, el detonador siempre es un factor ambiental o la combinación de varios de ellos, como nuestra educación, la influencia de los amigos que hemos tenido, nuestros valores o la propia suerte.
Será difícil torcernos si tenemos los dos factores desligados de lo Instintivo-Emocional-Impulsivo-Negativo; podremos torcernos y luego enderezarnos si tenemos uno de los dos factores desligados; pero tendremos muchas papeletas para caer en abusos, dependencias o actos negativos si tenemos los dos factores ligados.
Es cierto que, en un momento dado y bajo una presión descomunal, muchas personas pueden hacer algo de lo que luego se arrepienten, pero para comportamientos más graves, como abusar o agredir sexualmente a alguien, asesinar o ser dependiente de ciertas sustancias, son determinantes tanto el cerebro como los factores ambientales.
Actualmente, disponemos de medios fiables para saber y entender cómo es nuestro cerebro y cómo procesa la información. Podemos leer el nivel de demanda de un determinado cerebro ante diferentes tipos de sustancias, el sexo, el dinero o incluso la agresividad.
No obstante, aunque los especialistas realizamos una investigación continuada en estos ámbitos para leer e intentar corregir, si fuera necesario, futuros comportamientos negativos, los factores ambientales son más fácilmente corregibles.
La educación, los valores o los amigos podemos, en cierto modo, dirigirlos, controlarlos y cambiarlos, en caso de que no sean los correctos, por lo que está en nuestra mano mejorar.